Fue en Julio del pasado año cuando el Parlamento Catalán decidió dar la puntilla a la fiesta de los toros en aquella comunidad instalándonos en esta temporada semi fantasma de toros en Cataluña.
Por: Luis Ruiz Gutiérrez
Aún recordamos aquellos estivales días cuando el fervor de unos por condenarla y el ánimo de otros por defenderla, llenaban de forma inusual muchos espacios informativos.
Cuando tan solo han pasado esos doce meses, nos situamos en el presente y nos encontramos que en esa parte de España, la fiesta agoniza lentamente mientras que los colectivos más beligerantes de aquellas fechas de igual manera se disuelven en un vacío sustancial que delata su poca fuerza, su nula consistencia y su momentánea sinrazón.
Por entonces en el frente de los defensores estaba aquella Plataforma para la Defensa de la Fiesta. Pues bien… justo ahora, en el momento en que otras entidades taurinas de Cataluña luchan activamente en pos de recoger medio millón de firmas para que otra iniciativa legislativa popular, la que quiere que la fiesta sea declarada Bien de Interés Inmaterial en el Congreso, es momento de preguntamos qué ha sido de ella, qué ha sido de aquella plataforma. Y sorpresa… de quien fuera su cabeza visible, nada se sabe salvo que desapareció del mapa después de la prohibición sin explicar las cuentas y dejando en un limbo jurídico a la institución y a quienes se vieron tirando de tan incómodo carro.
Si volvemos la mirada hacia los detractores que con mayor vehemencia mostraban su interés por la prohibición, vemos qué corto ha sido su recorrido. Tan fuertes y empecinados estuvieron en su lucha antiespañolista, que parece no regularon el esfuerzo. Ahora su fragilidad no ha aguantado el batacazo electoral, y tras dimitir en bloque han caído hasta la interinidad.
Unos y otros lucharon en esa batalla hace ahora un año. Tras ese tiempo la fiesta se diluye y agoniza en Cataluña a la vez que se desangran aquellos belicosos guerreros.
También intervinieron otros, esos que se agazaparon en las trincheras de la hipocresía, que esperaron en la retaguardia sin pisar el frente ni cruzar sable alguno, y que tan sólo con su aprovechado y convergente voto condenaron a la verdadera Fiesta: la del toro bravo e íntegro.
Al volver ahora y entrar en aquel campo de batalla que se instaló en el Parlamento de Cataluña, la imagen es clara y precisa: un buitre inflado preside y presume de su hartazgo tapando con su interesada sombra los restos de los tres cadáveres.
De vuelta a la calle, de nuevo la sinrazón. ¿Cómo un toro atado con sogas y con sus cuernos convertidos en teas ardientes ha podido soportar tal batalla?.
¿Se puede ser mas desgraciado?.
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